Santuario del Santísimo Cristo



«Hoy es un día grande, excelso, para los aquí presentes a los pies del altar de Jesucristo Crucificado en su imagen de nuestro santuario de Candás, ¡de nuestro Santísimo Cristo de Candás!

Y es un día sublime, asimismo, para todos cuantos por diferentes motivos si no están aquí, hoy, ahora, con nosotros, sí que lo están en el sentimiento, donde tantas veces han puesto los labios, y donde los asturianos reciben cada día los beneficios de su misericordia.

Jesús. Señor: persuadir a mis paisanos el cumplimiento de los deberes, animarles al trabajo y ofrecerles en vuestro nombre las recompensas de la virtud, entiendo que debe ser el fin que aproveche, al dirigirles la palabra, gracias a la ocasión que me brinda la generosa invitación de nuestro párroco a hacerlo. Aunque un objeto tan grande está muy lejos de los límites de mi capacidad para ser abrazado por todos los medios de la oratoria, y me contento con sólo uno, que después de la fuerza de vuestra palabra creo el más eficaz para las almas nobles, esto es, el ejemplo de los padres.

Que esto suceda como lo deseo, es lo que os ruego muy humildemente: y que sois alfa y omega, bendecid a cuantos fieles se postran devotos y agradecidos ante su santa imagen.

Predicación del Canónigo Gonzalez de Posada






El Santísimo Cristo de Candás es, como pocas imágenes religiosas, el Cristo de las leyendas. Numerosos hechos sobresalientes salpican la historia del que es Cristo de Candás, pero también Cristo de todas las Cofradías de pescadores de Asturias, y por tanto, Cristo marinero. La última de ellas, que proviene de la tradición oral, dice que la talla portaba pendientes.

La primera gran leyenda sobre el Cristo es acerca de su origen. Parece más o menos creíble -y no hay nadie que haya demostrado lo contrario- que la imagen fue rescatada por una nave de pescadores candasinos de las aguas bravías frente a las costas de Irlanda en el siglo XVI. Dos hechos contrastados históricamente dan opciones de veracidad a la leyenda.

Por un lado está el conocido cisma de la Iglesia anglicana, en tiempos de Enrique VIII, quien al romper con Roma mandó destruir, saquear e incendiar los templos relacionados con la fe católica. También fueron arrojadas numerosas imágenes de Jesucristo al mar, por lo que los pescadores de Candás pudieron tener la oportunidad de sorprender entre sus redes el hoy conocido como Cristo de la villa.

Qué hacían marineros candasinos por las aguas de Irlanda también tiene explicación histórica. En el año 1232 se constata la primera cita documental de la caza de ballenas en Asturias, y fue en el puerto de “Entrelusa” (pequeña cala situada en el término actual de Perlora). Dicen que el propio Carlos V pidió como dote, en su desembarco en Asturias, nada más y nada menos que este pequeño enclave ballenero.

                
            

Candás era uno de los principales puertos balleneros en aquel siglo XVI por mucho tiempo después. Según el historiador local Carlos González de Posada, el archivo de la Iglesia de Oviedo contiene una «Sentencia contra el Capellán y feligreses de Candás sobre el diezmo de las pescas de la mar de España e Irlanda, año de 1516», por la cual los candasinos tenían derecho a faenar frente a las costas británicas, coincidiendo por tanto la fecha con el hallazgo «milagroso».

Tal hallazgo reportó a Candás fama mundial, y en la actualidad está considerado como el segundo santuario más importante de Asturias tras Covadonga. También en este siglo se funda un hospital para los peregrinos de Santiago, que dos siglos más tarde se convertiría en escuela.En el siglo XVII se levanta un templo más grande para poder recibir a la cantidad de peregrinos que vienen a ver al Cristo.

Después, la imagen del Crucificado pasó a la renovada iglesia parroquial, y en el año 1654 ya tiene cofradía para mayor culto y veneración. La imagen estuvo primeramente en el presbiterio y, posteriormente, fue trasladada al nicho del retablo mayor, hecho a últimos del siglo XVII por el escultor gijonés Alonso García Jove, discípulo del célebre Luis Fernández de la Vega. Mas lo que le dio gran fama al Cristo de Candás fueron las rogativas por Él presididas; la primera, celebrada el 26-8-1699, siendo mayordomo Felipe de la Aguja (º). En el intermedio del novenario llovió con abundancia en todo el Principado, y al cabo del novenario la volvieron a sacar en procesión (º), y, finalmente, la colocaron nuevamente en su nicho.

Después de esta primera rogativa, el Cristo de Candás cuenta ya con su camerín en la segunda mitad del primer tercio del siglo XVIII. Sigue a tal obra la del retablo, hecho por el famoso artífice candasín Esteban Fernández Perdones, y sus colaboradores en 1734 y se doró entre 1740 y 1746, en que pasó a él la imagen que antes estaba en el nicho alto.



Otras famosas rogativas fueron las celebradas en 1752, en 1769, pocos años después, y dos veces más en 1789. Por entonces, fueron abundantes y de enorme valor las dádivas y presentes con que fue obsequiado el Cristo. El canónigo candasín González de Posada fue el primero que dijo misa y sermón en el camarín con todas estas alhajas presentes en febrero de 1790.

Lo que hasta ahora no pasaba por ser otra leyenda, podría ser realidad. El Cristo marinero original tenía pendientes bajo su negro cabello. O al menos eso es lo que dice una tradición oral poco conocida hasta ahora en Candás. En cualquier caso, la imagen que se alza en lo alto del camarín de la iglesia de San Félix de Candás en la actualidad fue tallada en 1938 y no tiene pendientes. Pocas reproducciones existen además de la talla original.

El uso de los pendientes en los hombres, muy extendido en occidente en la actualidad, estaba reservado en el pasado para los marinos. Varias explicaciones hay de ello, de entre las que destacan dos. Hay quien dice que los marineros portaban en su lóbulo de la oreja, bien aferrado, un pendiente de oro. Como en tiempos pretéritos era común que estos trabajadores perecieran víctima de un naufragio y fueran arrastrados a alguna playa o costa indefinida, dicho pendiente podría servir para pagarle un entierro digno.

Por otra parte, es también sabido que, sobre todo en los siglos XVI, XVII y XVIII, los marineros honraban a aquellos colegas de profesión que habían tenido la pericia, y también la buena suerte, de atravesar el temido cabo de Hornos, en el extremo sur del continente americano.

Se mostraba a ellos respeto al verles un aro colgado de la oreja. El Cristo de Candás, eminentemente marinero, llevaría un pendiente como símbolo de su estrecha relación con los pescadores y con una villa con una historia tan ligada a la mar.

Oficialmente, dicho pendiente podría no haber existido. Los inventarios existentes sobre las joyas del Cristo y su retablo churrigueresco no hacen mención a ellos, ni está incluido en ninguna de las donaciones de las que existe constancia. El más antiguo de los inventarios que se conocen data de 1893, y es de Carlos Avello Saturnino Rodríguez, medio siglo anterior a la desaparición de la alhaja, pero no la menciona, aunque bien es cierto que apenas hace referencia a los detalles que adornaban el cuerpo de Cristo, y presta más atención a los del retablo y el camarín. Lo mismo ocurre con los inventarios de 1922.

Por otra parte, las fotos del Cristo original, así como sus pinturas, tampoco son reveladoras de la verdad. La imagen tiene la cabeza inclinada hacia su derecha, por lo que sólo se le ve la oreja de ese lado. Existe algún grabado antiguo que revela, por el contrario, la oreja izquierda, sin que tampoco sujete este adorno.

Cuando han pasado cerca de 500 años desde que el Cristo fue rescatado entre las redes, surge la leyenda de los pendientes de la imagen candasina. Y ese cuento, entre la ficción y la realidad, narra cómo fueron librados del saqueo en 1936, portados durante algún tiempo a escondidas de la guerra y finalmente devueltos al mar, ante la imposibilidad de regresar al templo del Cristo. Es lo que dicen los descendientes anónimos de quien quiso librar la joya de manos equivocadas.

En este sentido, está demostrado que para evitar que la figura fuese expoliada, algunos candasinos escondieron algunos de sus tesoros, así como del retablo y el camarín de una iglesia de San Félix que fue incendiada al paso de la guerra. Son conocidos los intentos del popular escultor de la época, Antón, por persuadir y alejar a los militares del templo.

 


Nada más comenzar la Guerra Civil española, la iglesia de San Félix de Candás y su Cristo fueron quemados, en el caso del segundo con saña y regodeo. Sin embargo, el retablo churrigueresco que lo rodeaba no corrió la misma suerte, y por eso es uno de los pocos elementos originales que queda del Cristo y su iglesia anterior a 1936. El responsable de su salvación fue el escultor Antonio Rodríguez, «Antón», que hoy da nombre al museo de escultura de la capital de Carreño.

En el camarín del Cristo, una foto del autor recuerda su hazaña, señalando que «la intervención del malogrado artista candasín logró salvar el retablo churrigueresco del Cristo, de gran valor». Y de ello se acuerdan en Candás especialmente un día como hoy, 14 de septiembre, día del Cristo marinero de Asturias, que además coincide con el centenario del nacimiento de Antonio Rodríguez (1911-1937).

Numerosas publicaciones reflejan el hecho de que Antón resguardase el retablo de las llamas al comienzo de la guerra, pero en ninguna línea más que en la inexistente de la tradición oral se cuenta cómo sucedió. «En aquel momento se estaban destruyendo altares, y Antón convenció a quienes querían hacer lo mismo con el retablo del Cristo de que no lo hicieran, de que tenía mucho valor, ya que estaban hecho de oro, y podía adquirir un gran valor económico», reconstruye desde esa tradición oral la directora del Museo Antón de Candás, y auténtica especialista en la biografía del escultor, Dolores Villameriel.

El retablo fue finalmente salvado, y ni vendido ni expoliado. Volvió a ocupar el lugar preferente de la iglesia nada más concluir la guerra. No corrió la misma suerte el propio Cristo, que el 4 de septiembre de 1938 ya fue sustituido por una nueva imagen, la actual, obra del escultor gallego Magariños.

La vinculación de Antón con el Cristo fue relevante, como señala el historiador Francisco Crabiffosse, ya que el escultor «pasó dos meses preso en ese templo convertido en cárcel desde el inicio de la Guerra Civil». Según Crabiffosse, «gracias a su intervención pudo salvarse el retablo barroco del Cristo, y solamente por esa acción salvadora del patrimonio artístico y religioso de Candás, el nombre de Antón ocupa un lugar esencial en la historia del Cristo».



El arte de Antón se hizo notar además durante su presidio en esa «cárcel» en que se convirtió la iglesia parroquial candasina, llegando a dibujar 19 retratos a lápiz de sus compañeros de «celda», demostrando el espíritu artístico que definió su corta vida. «La obra que realizó demuestra la ansiedad por crear que sentía Antón Rodríguez, incluso en las circunstancias más adversas», explica Villameriel. Antón permaneció recluido en la iglesia de Candás durante el verano de 1936, al poco de dar comienzo la guerra. En solo un mes, agosto, y desprovisto de materiales, retrató a 19 hombres que como él se encontraban privados de libertad. En esas circunstancias, los dibujos han dejado para la posteridad no sólo retratos de personajes de aquel Candás, sino rostros y expresiones de una época muy concreta.

El carácter comprometido del artista no puede ser mejor definido que por sus propios familiares, que, como su sobrino Alberto García, recuerdan que se trataba de un hombre bueno, trabajador polifacético, que realizó obras en madera, pintura, escultura, siendo muy activo en todos los campos.

Por suerte, Antón salvó para siempre el retablo del Cristo de Candás. Por desgracia, no pudo salvarse él mismo de una muerte violenta a manos del bando republicano. Fue en Murias de Candamo, en el mes de mayo de 1937. Tenía 27 años empleados en muchas hazañas más que las artísticas.

Una de las escasas obras religiosas realizadas por Antonio Rodríguez fue la pintura «La promesa» (en la foto), que realizó con apenas 17 años, y que presentó al cuarto certamen provincial del trabajo celebrado en La Felguera en 1928. Es una recreación de un lienzo de Ventura Álvarez Sala, copiando sus personajes, e incluyendo en la escena al Cristo, y el cabo de San Antonio con su ermita y faro al fondo

Otras leyendas sobre el Cristo son de más dudosa credibilidad. La imagen original del Cristo, la que fue hallada entre las aguas, desapareció en 1936, con el comienzo de la Guerra Civil, tras ser saqueada, arrastrada por las calles del pueblo, y finalmente quemada, en lo que hoy es el campo de fútbol de La Mata. Dice la leyenda, o la tradición oral, según se mire, que el militar que ordenó tal fechoría murió poco después a escasos metros de este lugar, fulminado por una bomba caída del cielo.
En las siguientes imagenes podrán observar la llegada por mar de la  talla del Cristo a Candás, desde La Coruña en 1938. La nueva imagen del Cristo obra del escultor gallego Magariños, en su raller de Santiago de Compostela.


Visitas Reales

El 16 de agosto de 1913, cuando los Reyes de España, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, permanecieron «breves momentos», según Busto, en la villa, provenientes de Luanco, «adonde habían llegado en barco».

También el hijo de Alfonso XIII, el Príncipe de Asturias, don Alfonso, visitó la villa en agosto de 1925. Lo más destacado de su visita fue su paso por la fábrica de Conservas Albo, clausurada este pasado verano tras más de cien años de actividad. La fábrica fue «engalanada con un artístico arco construido con follaje y envases conserveros y, durante el recorrido interior por los distintos talleres y almacenes, el gerente de la factoría, Alfonso Albo, le informó de todas las operaciones presenciadas, finalizando con la degustación de un aperitivo a base de conservas», según relata el historiador Manuel Ramón Rodríguez, especialista en la historia de la conserva candasina.

De esta visita existe la anécdota, narrada por Marino Busto en su historia de Carreño, de que cuando el Príncipe mostró su propósito de abandonar la villa, continuando su viaje a Luanco, «los candasinos trataron de impedírselo subiéndose a los estribos del coche, que con grandes dificultades llegó hasta el frente de la iglesia, donde por fin se desalojó al público que había tomado por asalto el coche de don Alfonso».

Busto recuerda que el Príncipe de Asturias volvió a pasar por Candás por la tarde, «renaciendo en la villa un inenarrable entusiasmo». Los pescadores le pidieron la terminación del muelle, ya que veían un grave peligro en los temporales, «por hallarse el puerto en completo desabrigo».

Sus Majestades los Reyes don Juan Carlos y doña Sofía también han recorrido las calles de Candás. Fue un 19 de mayo de 1976, si bien el propósito oficial de su visita no se encontraba en la villa, sino en la vecina parroquia de Perlora. Los Reyes presidieron en el edificio «Jacobo Campuzano» de la Ciudad de Vacaciones una extraordinaria asamblea de todos los organismos agrarios de la provincia, «con asistencia de millares de labradores», recuerda Busto. Con ocasión de la visita de don Juan Carlos I, el ganadero de Tabaza José Rodríguez Prendes mostró a la realeza unos ejemplares de toro y vacas de los valles de Carreño que habían sido condecorados como campeones de España.

También visitaron el bar perlorino conocido por el nombre de su dueño, Manolo el de la Cabaña, donde fueron atendidos por éste, que conservó con posterioridad «los dos vasos de cristal por los que bebieron los Reyes», según relata David Pérez Sierra. Ya por la tarde, los Reyes visitaron Candás, donde fueron recibidos por el alcalde del concejo, Ramón Rodríguez Artime, y con la «cordialidad del pueblo candasín».

Entre 1979 y 1982 se produjeron en Candás las cuatro alboradas del «bombo y platillo», que señala Pérez Sierra, en las que se atrajo a Candás a numerosas personalidades del mundo político, militar, religioso o, incluso, taurino para dar cuenta del escenario poético más madrugador del país. En la última de ellas, la de 1982, se contó con la presencia del último de los Borbones que ha visitado Candás.

Don Juan de Borbón y Battenberg, el padre del Rey, no sólo disfrutó la celebración marinera de la alborada, sino que pudo contemplar otros eventos incluidos en la festividad del Santísimo Cristo, que, como en aquella primera visita de la Reina María Cristina, volvía a tener mucho que ver en eso de atraer a la realeza a la villa. Entre ellos, la corrida de toros que acogía la dársena interior del muelle, los desfiles de verano y las charangas.

Ahora, más de un cuarto de siglo después de ese instante festivo, la esposa del nieto del conde de Barcelona será la siguiente integrante de la Familia Real que ponga sus pies en la villa candasina. Pero los tiempos cambian. Ya no existe la alborada de «bombo y platillo» de los grandes personajes para traer a don Juan, ni la Ciudad de Vacaciones de Perlora para don Juan Carlos y doña Sofía, ni la fábrica de Albo para el Príncipe Alfonso; mientras, la devoción del Cristo se ha tornado más íntima con la decadencia de la pesca como para atraer a reinas e infantas. Los tiempos cambian y ahora es la premura tecnológica de un colegio la que ha devuelto a los Borbones a Candás.

El 16 de octubre de 2009 visitó la Villa de Candás la entonces Princesa de Asturias y hoy Reina de España Doña Letizia Ortiz Rocasolano . La Visita omitió cualquier caracter religioso, sin embargo una feligresa se encargó de darle este matiz al regalarle a la princesa un pin del Santísimo Cristo a la vez que le recordaba que era lo único que tenía Candás. Josefa Suárez, «La Cervera» cristianizó con su gesto aquella visita de la realeza.


En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.
Amén,

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario